sábado, 16 de junio de 2007

"El séptimo sello"

A mí de siempre me han interesado los debates filosóficos sobre la muerte y la religión (el cristianismo, más bien): ¿hay algo después del final de la vida?, ¿sólo existe el vacío?, ¿es la religión una forma de afrontar la muerte, de eludir la inevitable angustia? Todas estas preguntas resumen más o menos mis paranoias y mis preocupaciones, así que cuando terminé de ver "El séptimo sello", lo mínimo que estaba era entusiasmada.

La historia se localiza en Suecia, en el siglo XIV. Europa es un continente azotado por la peste negra, que inunda de pesimismo y pánico a la población. Antonius Blovk llega a su país procedente de las cruzadas, ajeno a la tragedia que se vive alrededor. Una mañana, la Muerte le visita para llevárselo y él, esperanzado en hacer un acción para ser recordado, le desafía con una partida de ajedrez. A partir de ese momento, las estampas de la sociedad feudal, oscura y religiosa se suceden mediante reflexiones sobre el más allá y la vida.

Sería muy inocente atribuir sólo al momento histórico las reflexiones. Bergman sólo utiliza la peste negra para dar marco a las obsesiones que le atenazan. El caballero y el escudero son dos yo del director: el creyente por miedo y el vividor consciente de que no hay nada más, ambos espectadores de la quema de amantes del diablo, de la procesión redentora, de la alegría de vivir de los juglares, de los problemas mundanos, de la avaricia y falta de humanidad de aquellos que en su día exortaron a los demás de seguir el camino de Cristo.

Cada personaje, aunque sea sólo secundario, es tan inmortal como la misma Muerte, y las preguntas que se cuestionan nunca serán respondidas, ni siquiera por Ella, que desconoce qué hay detrás. Me gustaría destacar a la chica salvada por el escudero y convertida en criada, siempre muda ante el horror, triste y desesperada, y deseosa de morir, como advierte su sonrisa al ver a la Muerte: morir es redención y salvación de la realidad.

La dirección es impactante y nada efectista, y se plantea con rapidez cuál es el punto en el que da comienzo el film. Planos generales de la naturaleza son antítesis de los planos cortos del salvajismo, una fotografía que sabe sacar partido a los claroscuros, un montaje directo, dinámico y estático a la vez. La labor de Bergman me deja sin palabras.

Una película tan universal nunca debe ser olvidada.

Puntuación: **********

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