Un tierno y brillante Benjamin, de casi 21 años, se ve seducido por una mujer madura y amiga de sus padres, la señora Robinson. Empiezan una relación sórdida de sexo y vacío personal, pero todo cambia cuando conoce, en contra de la voluntad de su amante, a su hija Elaine.
Con esta píldora el lector puede pensar que está ante un dramón impresionante, con lágrimas, suicidio y tal: nada más lejos de la realidad. Se trata de una historia intensa y poco común, pero no llevada por los derroteros trágicos, sino con momentos de humor: la inocencia de Dustin Hoffman a la hora de pedir habitación en el hotel, su primera vez con la señora Robinson, su cita con Elaine...
También hay que tener en cuenta que a finales de los años 60 el cine no estaba tan "despendolado" como ahora, y trata el tema del sexo sin sentimientos de una forma menos exhibicionista que de lo que se haría ahora. Nuestro afán de mostrar es sustituido por el "antes y después de", restando importancia al coito en sí, y aumentándola en los sentimientos de culpa o placer.
Resula interesante la posible lectura de la película: el amor redentor del vacío, fomentado por el sexo. Quizá Benjamin acabó en la cama de la señora Robinson por la falta de comprensión de sus padres, incapaces de escuchar sus dudas existenciales y demasiado ocupados en presentarle en sociedad. Esta soledad, en cierto modo, fue lo que le empujó a una caída moral, según el protagonista, incapaz de levantarse hasta que encuentra el amor, no la pasión, en Elaine.
Por último, la dirección de Nichols es completamente acertada. Sabe llevar la cámara con correción y originalidad, imprimiendo su sello. Transmite con facilidad las emociones que siente el protagonista mediante los planos y el montaje (recordad el primer desnudo de la señora Robinson), y su puesta en escena es impecable. ¿Y qué contar del momento más recordado, cuando Anne Bancroft se pone las medias?
Puntuación: ********
No hay comentarios:
Publicar un comentario